Sí, esa alfombra era el océano donde nos sumergíamos cada día, todos los días, y allí bebíamos, hablábamos, nos prometíamos amor y sexo y juegos y nada importaba y todo importaba, el océano era azul y el agua nos penetraba por todos lados, por cada poro y por cada agujero de nuestros cuerpos, siempre dispuestos, siempre urgentes, siempre cansados, siempre nuevos. Esa alfombra era el mundo, esa alfombra fue el cielo, y fue también el infierno. Allí nos vimos por última vez, allí fue donde nos dijimos adiós.
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1 comentario:
me encantó, simple, directo... bello.. te felicito..
julio
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