domingo, 14 de diciembre de 2008

Domingo, a eso de las 10

Se levantó un segundo después de haberse despertado, sin pensarlo. Dejó su cama, grande, alta. Fue al baño. Mirándose al espejo se acordó de la fiesta con sus amigas la noche anterior. A diferencia de otras veces, no tenía resaca. Se lavó y se secó la cara con energía. Unas pocas pero precisas cepilladas bastaron para que en su pelo no quedaran rastros de las cinco horas de sueño. Volvió a su habitación. El lado de la cama donde había dormido se enfriaba rápidamente. Buscó y encontró una bombacha blanca, ni muy grande, ni muy pequeña, del tamaño justo para modelar sus curvas todavía firmes, su cola, sus piernas, sus caderas. Se le escapó una sonrisa.
Fue a la cocina, sacó una taza, una cualquiera. Tomó el frasco de café instantáneo, pero de inmediato cambió de parecer y decidió que hoy, este domingo, era el día adecuado para beber un té de jengibre, con una cucharada de azúcar, nada más. Puso el agua a calentar.
Todo en su casa era grande, amplio, despojado, solitario. Con el té humeante en la mano, se sentó frente a la ventana, desde donde podía mirar a sus vecinos de otras casas, otros edificios, la poca gente que a esa temprana hora decidía salir a caminar para aprovechar el silencio de la calle sin tráfico. Comenzó a pensar. En el año que se terminaba, en fotos viejas, en la música rara -según sus amigas- que escuchaba, en cosas nimias, triviales, el agua para las plantas del balcón, en el balcón, en los árboles, en esa casi perfecta mañana.
Con las rodillas a la altura de su cara (como cuando era niña), se abrazó a la taza de té, que le devolvió calor y olor; sus ojos estaban húmedos. ¿Iba a llorar justo ahora?
Aún absorta en sus pensamientos como estaba, pudo presentir un mínimo movimiento detrás suyo; era él, quien posó su mano suavemente sobre su hombro, ella se dio vuelta, vio su pelo revuelto, su cara radiante, su sonrisa franca, su cuerpo grandote y semidesnudo.
-Buen día, feliz cumpleaños- dijo él.
Ella le sonrió, sonrojándose. Por suerte, él no se dio cuenta.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que los lectores no esperan finales felices y no saben que decir
Finales felices?

Cristian Faralle dijo...

Dramático.
http://apaganoches.blogspot.com/

Varsanyi dijo...

The end: No sé que decir a los que no saben qué decir. Tampoco sé qué son los finales felices. En realidad, no sé un carajo.

Anónimo dijo...

ja, ja, ja, ja

Anónimo dijo...

y eèrrrrrppp!

Anónimo dijo...

Vos sos fotógrafo o escribís? Te sale bien, te digo. (Escribir).

Varsanyi dijo...

moz: gracias, a veces escribo, a veces no.
capusotto, palito: yo quiero ser feliz, viste?

Alvarette dijo...

Quiero más... interesante detalle, no es lo mismo despertarse que levantarse!. Buenos aportes los suyos chabón!

Alejandro Gomez Tolosa dijo...

Hay finales felices, english man? I don't know. la cosa es que solo hay finales. Y a veces uno ni se da cuenta. El malevo se dió cuenta. Y su propia mierda le clavo el plomo en la sien. que vamos a hacer, english man...la vida es como es. "El olvido es la muerte", decia en una obra mia...pero en realidad un final feliz lo es. Saludos desde un lugar no muy seguro, sismico y habitado por vencidos...Chicho, hasta la victoria!.

julio dijo...

gabriel.. me parece que en vez de editor de fotografia del diario tendrias que estar en redaccion... ja.. capaz que los diarios cambiarian un poco... me gustó mucho lo que voy leyendo.. siga asi chabon..feliz año que viene.. seguro encontraras la felicidad buscada.. cuando menos lo esperes aparecera.. un abrazo.. julio.

Nuncatetoco dijo...

Todavía me pregunto en qué consiste el sentimiento de felicidad, de dónde viene,qué,cómo,etc. Pero de algo tengo seguridad, es temporal.