miércoles, 18 de enero de 2012

Laberinto

De modo obsesivo y meticuloso reconstruyó uno por uno los momentos previos. Cada gesto y cada señal fueron registrados en su memoria fotográfica, como una colección de catálogos, mapas indicadores de destinos posibles.
Pensaba en las múltiples opciones de itinerarios, rutas y desvíos, atajos para llegar donde ella lo esperaba, con la certeza de sus caderas perfectas y la urgencia de la sangre caliente.

Ella ya había hecho ese recorrido muchas veces antes, y era una viajera mucho más experimentada que él. Ella era la ruta.El viaje. El destino. Ella era rojo, azul, verde, paisaje, sol de la mañana, luna llena, lluvia, viento, pelos revueltos, ojos inquisidores, labios de caramelo, todo.

El... miraba, exploraba, se dejaba llevar con la mochila a cuestas, bien calzado para caminar largas distancias, con ropas ligeras y buena voluntad.

Cuando todo comenzó, no sabían con certeza cuándo ni dónde terminaría el laberinto.

A lo mejor aún no salieron de él.

1 comentario:

almacén de buena vida dijo...

lo importante es no quedarse quieto, movilizar corazón, cabeza y cuerpo en busca de nuestros deseos...
y capaz quedarse en el laberinto es una decisión.