domingo, 4 de septiembre de 2011

Otro domingo


Se repiten los rituales, la música suena desde hace rato, Morrissey Bowie Weller Sylvian, lo de siempre. Todavía no se lavó la cara. Todavía no despertó completamente. Está solo. Su mundo, reducido a un metro cuadrado. Pero vaya si tiene importancia, dichoso metro.

Partituras, libros, discos, brochecitos, accesorios, lápices, escritos, hojas sueltas; fetiches de la vida moderna que lo acompañan desde hace tanto tiempo ya. Le gusta eso.
(Siempre sonríe, medio para adentro, cuando piensa en estas cosas, cuando escribe sobre estas cosas). Obsesiones incontrolables.

Territorio hombre. ¿Dónde se termina uno y dónde empieza el otro? Indisolublemente van, eso que lo identifica es lo que él ha construido casi sin pensarlo, y vaya trampa en la que está metido: demasiado peso, demasiado ahí, demasiado todo, en los días en que nada sirve, nada alcanza, los ojos cansados, mirando lejos, lejos.

De cualquier modo, él es esa geografía, ese hombre-territorio. Aparte, hoy es domingo, y está feliz haciendo lo que más le gusta hacer: soñar con los ojos abiertos, imaginar viajes (Positano es un buen destino), salir sin moverse de su lugar. Escribir zonzeras, rayar hojas en blanco con sus lápices de mina blanda, ver, ver, ver hasta que los ojos se le llenan de pequeñas maravillas cotidianas.


De repente, aparece ella. Territorio mujer. Pelos largos, lacios. Ojos que miran desde bien adentro. Marcas en la piel, (en las manos, en el cuello, en la panza,invisibles para los indiferentes).

-Hola- Le dice con la voz un poco ronca. (Anoche se acostó tarde).
-Hola.

Otro domingo.

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