jueves, 13 de octubre de 2011

Jueves, nublado

Abrís los ojos, la noche pasó plácida. Ella no está a tu lado. Por la ventana se cuela un aire fresco, nuevo, como un alivio para tanta fiebre.
El gato gris sube de un salto hasta tu pecho, te mira, dos ojos fijos y verdes.

Te das cuenta en ese instante de absolutamente todo lo que pasó en estos meses de locura. Sí, locura es el término adecuado para describirlo; un fuera de registro, un desfase de tiempo y espacio. Estabas salido, sacado...loco. Cian, magenta, amarillo, negro. Letras que parecen dibujos, palabras que se amontonan, canciones (muchas) que resuenan como un eco infinito. Cicatriz. Vamos, arriba.

Ahora son los ojos del espejo los que te miran.

Afuera está gris y a vos eso te encanta, un susurro de melancolía llega, te envuelve, se va.

¿Cómo era su cabello?
¿Sus ojos?
¿Su olor?

De trigo.
De miel.
De pan.


Ella se fue...¿Hace cuánto ya?. Apurás el primer trago de café, caliente y negro, te arden la garganta y las tripas. La cotidianidad y la rutina ayudan al olvido, pero el recuerdo se empecina y vuelve y vuelve y vuelve no te deja en paz, si sólo pudiera... y tomás el segundo trago tan caliente como el primero, te saltan las lágrimas, no sabés muy bien si es por el café o por ella, es como cuando salís a llorar bajo la lluvia para que no se dé cuenta.

Estás de pie fuera de la casa, en el centro del centro, de cara al cielo de plomo. A tu alrededor todo es verde. Los pies firmes, las venas de las manos hinchadas y azules. El surco que dejó el llanto en tu rostro es casi imperceptible, sabés disimular.

Sólo un par de palabras eran suficientes para que el tiempo se detuviera, no importaba cuáles fueran, verla mover los labios, mirarte, el cuello perfecto, su semisonrisa, su dureza para decir, para pensar, para hacer; su deseo (que se hacía tuyo inmediatamente), su forma de entregarse a vos, su percepción exacta y precisa de las cosas... su perfecta imperfección... (retorna a vos esa imagen).

Volvés a entrar.

Los ojos del espejo se cierran, al mismo tiempo que los tuyos. Sonreís. Tarareás una melodía, todo vuelve a empezar.

"La quiero", pensás.
"La quiero", decís.

No estás del todo cuerdo aún. Sabés que no vas a curarte, no vas a salirte de esto, y ella tampoco.

Te quiero. (Como te dije ayer; y hoy, esta mañana temprano. ¿Alcanzaste a escucharme?).

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